LIBROS // DESCUBRIENDO A MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA
7 de agosto de 2024. 40 años de la muerte de Marcial Lafuente Estefanía.
Murió de pulmonía doble en un hospital de la Comunidad de Madrid.
El Rey de la novela popular. El emperador de las aventuras de
vaqueros y pistoleros de a duro (cinco pesetas de las antiguas). El hombre de
las más de tres mil novelas del Oeste Americano.
Le gustaba mucho escribirlas y el género vendía muy bien. Desde 1943 le dio de comer y de vivir bastante bien, pero sin lujos. En 1984, poco antes de morir, en un repaso urgente de la diversidad de géneros que abordó, recordó con toda lucidez las tres mil novelas del Oeste, las doce policiacas, firmadas con varios seudónimos, y “unas veinte” – Marcial dixit- románticas firmadas con el nombre de su esposa, María Luisa Beorlegui. Sin embargo, olvidó que firmó seis de las mejores novelas entre las 26 que Bruguera publicó sobre aventuras en África en una colección fallida que se llamó “Congo”.
Marcial Lafuente Estefanía, de las solo 26 que publicó
la Editorial Bruguera. La calidad de esta serie de aventuras
no consiguió vencer al extraordinario tirón de las
novelas del Oeste.
Al contrario que sus colegas contemporáneos en el arte de la novela
de su género principal, nunca se cambió de nombre. Traducido a varios idiomas,
sus novelas lo mismo se encuentran en una gasolinera de la selva colombiana que
en una población del noroeste brasileño, escribió el periodista Juan Madrid en
el periódico “Diario 16” en 1984. Algo se refleja en sus novelas de su manera
de ser y de pensar políticamente. El triunfo de la razón, el apoyo al más
débil, a los perdedores de la guerra civil americana…
PUBLICADO EN www.madridiario.es 21 DE MAYO DE 2024
Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía.
Marcial
Antonio Lafuente Estefanía
Toledo, 13 de junio de 1903 -- Madrid, 7 de agosto de 1984
Fue el popular escritor español de las tres mil novelas del Oeste, considerado el máximo representante de este género en el idioma de Cervantes. Además de publicar como Marcial Lafuente Estefanía acotado en sus inicios como M. L. Estefanía, utilizó seudónimos como Tony Spring, Arizona, Dan Lewis o Dan Luce, y para firmar novelas rosas, competencia a Corín Tellado (máxima exponente de la novela romántica), María Luisa Beorlegui y Cecilia de Iraluce.
Aprendió de su padre la pasión por el teatro clásico del Siglo de Oro, que llegó a conocer muy bien y en el que, al parecer, se inspiró, en parte, su obra escrita.
El Siglo de Oro español: historia, literatura, artes, obras y autores
Sin embargo, en un principio, a pesar de su escuela paternal y su gran gusto por las letras, su intención no fue nunca dedicar su vida a escribir. Por voluntad personal, estudió Ingeniería Industrial, profesión que ejerció en España, África y América. Entre 1928 y 1931 recorrió gran parte de los Estados Unidos, lo que, más tarde, quién se lo iba a decir entonces, le serviría, y mucho, para ambientar sus historias, cuyos detalles de atmósfera y localización son rigurosos.
Se casó con María Luisa Beorlegui Carril, y tuvieron dos hijos, Francisco María Lafuente Beorlegui y Federico María Lafuente Beorlegui, quienes colaboraron en la producción literaria de su padre. El matrimonio vivió en Madrid, pero Marcial fue un enamorado de Arenas de San Pedro (Ávila), donde residió mucho tiempo. En esta localidad falleció su esposa el 28 de julio de 1975, a los 71 años. Marcial falleció de pulmonía severa a los 81, el 7 de agosto de 1984 y fue enterrado en el cementerio de la Almudena.
La guerra civil le llevó a escribir
Una vez iniciada la guerra civil española, se afilió a la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT) y ejerció como tercer Teniente de Alcalde y Concejal en Chamartín de la Rosa (hoy Barrio de Tetuán, de Madrid) entre diciembre de 1936 y marzo de 1938. El 5 de
marzo de 1938, se alistó voluntario en el Ejército Popular, donde alcanzó el
grado de Teniente Coronel de Artillería del Ejército Republicano en el frente
de Toledo. El 28 de marzo de 1939 con la guerra ya perdida, decidió
no exiliarse y se entregó al bando sublevado en Ciudad Real, por lo que ingresó en la cárcel
varias veces.
En prisión comenzó a escribir de forma sistemática, aunque se trataba de un
empeño complicado. Por supuesto,
recluido en distintos penales del Gobierno de Franco, no disponía ni de pluma
ni cuartillas. Así las cosas, utilizó un lápiz que consiguió y un rollo de
papel higiénico.
Recreación de un lápiz de 1939 y hoja tipo auténtica del papel higiénico que les daban a los presos en las cárceles de Franco en 1939. La hoja de papel higiénico que ves en esta foto es auténtica y es una de las trece (13) en las que el poeta Miguel Hernández escribió, posiblemente en la cárcel de Alicante, su última cárcel, entre julio y noviembre de 1941, cuatro cuentos dedicados a su segundo hijo Manuel Miguel, que nació el 4 de Enero de 1939. Las trece hojas de Miguel Hernández están custodiadas en la Biblioteca Nacional, en Madrid. La letra de esta hoja de la papel higiénico que ves es la del poeta y es del mismo tipo de las que utilizó Marcial Lafuente Estefanía para empezar a escribir sus novelas.
Un kit kat:
¿Por qué la Historia reconoce como “El ángel rojo” al
que fue concejal anarquista y comisario político republicano?
Antes de escribir 3.500 novelas del oeste -una factoría creativa que ya quisiera hoy cualquier editorial- Marcial Lafuente fue concejal anarquista en Madrid y comisario político republicano. Sin embargo, en plena guerra civil se jugó la vida para evitar el asesinato de decenas de presos y perseguidos por el Frente Popular.
Imagen de los líderes del frente popular elegidos en la lista por Madrid
El 1 de marzo de 1978, tres años antes de su muerte, la revista «Blanco y Negro» publicó una excepcional – por única y larga; cuatro páginas- entrevista con Marcial Lafuente Estefanía. El titular fue muy gráfico y explicativo: «Escritor famoso, hombre desconocido ». “El novelista es un hombre que durante muchos años no quiso hablar sobre su vida. Y su silencio se aceptó como algo natural y lógico, no como un capricho de famoso”, explicaba el periodista que firmó la entrevista.
En una de las últimas preguntas, sin dar muchos detalles, comentaba el entrevistado: «Yo he pasado mucho miedo, el miedo que puede pasar un hombre al que le dicen a las 19.00 horas que lo van a fusilar a las 23.00. En aquellos momentos llamé a una hermana que me preguntó si llevaba el escapulario de la Virgen del Carmen, y me recomendó que, ya que había luchado como un mal español, muriera como un buen cristiano».
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Cuenta la leyenda que una puta de trinchera le salvó el pellejo a Marcial Lafuente Estefanía una tarde que le iban a fusilar. Puede que tuviese buen corazón; lo que es seguro es que tenía hambre. Estefanía formaba parte de una cuerda de presos republicanos que iban pasando uno por uno por la tapia para ser ejecutados por un oficial rebelde que amaneció con ganas de disparar. Cuando le tocó su turno apareció una coima de las que frecuentaban el frente para quitarse la canina y por enmendar la jornada le enredó al oficial para irse a cundir encima de una manta y dejar la sangría para el día siguiente. Cuando rompió el amanecer llegó un oficial nacional de más graduación y menos gatillo y se hizo cargo del cantón, relevando al expeditivo, y Estefanía salvó la peladura por las cosas del querer y con el tiempo lamentó no haberle dado las gracias a la golfa, por oportuna.
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La entrevista saca a la luz una serie de testimonios que demuestran que, durante la guerra civil, Lafuente Estefanía se jugó la vida para evitar que, desde las filas de su propio bando, el republicano, se asesinara a decenas de presos y amenazados. «Mucha gente dirá que eran presos franquistas, pero no. Eran personas supuestamente desafectas con el Frente Popular, ya que les podían fusilar por cualquier razón: por ser ricos, por envidia o por lo que sea». Palabras textuales del que fuera concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Pedro Corral, gran investigador de la guerra civil y responsable del hallazgo de los documentos oficiales que demuestran «la labor humanitaria del novelista a favor de las personas perseguidas en Madrid entre 1936 y 1939». Toda la documentación relativa a Estefanía costó mucho trabajo encontrarla porque buscaba el investigador todo lo relativo a "Marcial Lafuente", cuando, por razones desconocidas, consta en todas las instancias como "Antonio Lafuente"; es decir, por su segundo nombre.
En el sumario 36.194 conservado en el archivo del Tribunal Militar Territorial Primero de Madrid, lo más sorprendente es que está lleno de testimonios favorables de personas relacionadas con el bando franquista o supuestamente afines a sus ideas, a pesar de que Lafuente Estefanía era anarquista. Estos defienden que el futuro escritor se había jugado la vida para evitar que fueran enviadas a las checas, esas cárceles irregulares creadas en la zona republicana para detener, interrogar, torturar o ejecutar a los sospechosos de simpatizar con Franco. El documento, firmado por 15 funcionarios del Ayuntamiento de Chamartín, ya en el régimen franquista, destaca que siempre actuó «sin molestarles por sus ideas» y que «se distinguió por su lucha contra los socialistas y comunistas que querían asesinar a decenas de presos y amenazados».
"Mucha gente dirá que eran presos franquistas, pero no. Eran personas supuestamente desafectas con el Frente Popular, ya que les podían fusilar por cualquier razón: por ser ricos, por envidia o por lo que sea. Los documentos hablan por si mismos", según Pedro Corral.
* * * AL FINAL DEL RELATO DE LOS CASOS DE LAS MUCHAS VIDAS DE PERSONAS SALVADAS POR MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA (CINCO PARRAFOS MÁS ABAJO), ENCONTRARÁS UN VÍDEO CON TODOS LOS DOCUMENTOS OFICIALES QUE DEMOSTRARON TODOS ELLOS Y, A SU VEZ, LE SALVARON LA VIDA A ÉL * * *
Uno de ellos era el fiscal municipal del Juzgado de Chamartín, César Donoso Guilhou , detenido en febrero de 1937 cuando solo era un vecino y conducido al Ayuntamiento de la localidad, donde sus captores le anunciaron que allí pasaría la última noche de su vida. «Lafuente se opuso enérgicamente a cualquier represalia contra mí e hizo incapié (sic) en su oposición, cuando pretendieron buscar un coche para conducirme a donde fuera [...]. Dada la actitud excitadísima de los que me detuvieron, creyó oportuno no ponerme en libertad ni que los que me habían detenido volvieran a hacerse cargo de mí, para salvar mi vida», contaba.
Otro caso es el de la madre del soldado Enrique, al que defendió "Antonio Lafuente Estefanía" de la "depuración" porque era un derechista al que la mala suerte le cogió en la parte del ejercito rojo. Se da la circuntacia de que esta mujer, de nombre Vicenta Villegas Alcalde, ya soportaba la muerte en el frente, con el ejército que guerreaba "por Dios y por España", de su marido y dos hijos.
Como concejal anarquista, el futuro escritor se enfrentó, también, al alcalde socialista del Frente Popular, Eusebio Parra Ruiz, por la desaparición de otro vecino. Tres meses antes, el hermano de la víctima había presentado una instancia al Ayuntamiento para saber algo de su paradero, pero el alcalde se exculpó diciendo que había recibido órdenes de la Junta de Defensa de Madrid de entregarlo a la Dirección General de Seguridad. Según los documentos descubiertos, nuestro protagonista exigió la formación de una comisión de investigación y acusó a un compañero de haber ordenado su ejecución. En la transcripción hecha en el libro de acta de las sesiones puede leerse: «Lafuente dice que José Arias fue detenido y fusilado sin que se sepan las causas por las cuales se adoptó esta determinación ni la persona que lo ordenó». Y apunta después como causa una venganza que la víctima se negara a pagar una cantidad a cambio de que el ayuntamiento retirara una denuncia contra su finca: «El edil pregunta a la Alcaldía si tiene el recibo de la entrega del prisionero, pues parece desprenderse de todo esto una inmoralidad al cometerse un delito vituperable por la cantidad de 600 pesetas».
El 5 de marzo de 1938, Marcial Antonio Lafuente se marchó como voluntario y sirvió como comisario político de batallón en Los Yébenes, donde se trasladó con toda su familia, antes de entregarse a los franquistas el 28 de marzo de 1939. En el sumario también se encuentran testimonios favorables al futuro autor procedentes de las autoridades franquistas de la localidad toledana. Toribio Pedraza señaló que había contribuido, «con su influencia y oportuna intervención, a evitar atropellos que se querían cometer contra personas de orden y de derechas». Lafuente Estefanía protegió a personas, como Toribio Pedraza, maestro nacional, que había sido destinado a la 192ª Brigada Mixta, donde era vigilado por el SIM. Y un tal Lucas Manzano Escribano, a quien el literato nombró su conductor y escondió en propia su casa, «como a un hijo», al saber que estaba amenazado. El chófer, cuyo padre había sido fusilado, testificó que no se separaba del anarquista «ni en las horas de la noche que solíamos pasar bajo el mismo techo, por el temor (por mi parte) a ser detenido».El novelista le había llegado incluso a tener escondido en su propia casa de Los Yébenes, junto con su familia, como “un hijo más”. A solas con él, Lafuente Estefanía le confesó en una ocasión a Lucas Manzano “el temor a que lo fusilaran, pero sin que expusiera el menor titubeo en su noble actitud”.
En el consejo de guerra celebrado en Las Salesas el 31 de julio de 1941, el fiscal franquista solicitó para Lafuente Estefanía la pena de muerte. Finalmente fue condenado a 20 años, porque se reconoció su «buen comportamiento». Tres meses después, a 12. Y en noviembre, a prisión atenuada en su domicilio, que pronto estableció en Arenas de San Pedro (Ávila).
Dos años y medio pasó en prisión, un tiempo que aprovechó para comenzar a escribir usando el papel higiénico y un lápiz. ‘Nací al wéstern en 1939, porque me ofrecieron un hospedaje gratuito en el ‘hotel’ Ocaña (una de las prisiones más antiguas de España), lugar muy curioso porque con lo ancha que es Castilla solo disponíamos de treinta centímetros para dormir’, decía Marcial en aquella entrevista en “Blanco y Negro"
EN ESTE ENLACE ENCONTRARÁS UN VÍDEO CON LA DOCUMENTACIÓN QUE SALVÓ LA VIDA DE MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA AL FINAL DE LA GUERRA CIVIL Y LO CONVIRTIÓ EN "EL ÁNGEL ROJO" ANTES DE SER "EL REY DE LAS NOVELAS DEL OESTE. (Vídeo de realización propia)
- Fin del kit kat-
Regresamos a la época en la que el concejal anarquista y comisario político republicano “Antonio Lafuente” se dedicaba a salvar vidas de personas, jugándose la suya, de las venganzas irracionales contra presos y perseguidos por el Frente Popular.
En aquel momento, el destino quiso que M.L. Estefanía conociera al dramaturgo Enrique Jardiel Poncela , quien le aconsejó que, si iba a escribir, lo hiciera para que la gente se divierta, porque «es la única forma de ganar dinero con esto».
Esta frase se convirtió en un mantra en la vida de Marcial. Ese fue el fundamento de su manera de escribir; desde el principio buscó la amenidad, prescindió de largas descripciones y trabajó los diálogos, con unos modismos muy característicos y una acción disparada. Frases llenas de desafíos... de gatillos fáciles, Colts y Winchesters disparados a quemarropa, mujeres de vida alegre y pendencieros que provocan al sheriff.
Un leitmotiv que le permitió ser el autor más leído de España, llevando a la práctica, y a rajatabla, el consejo de Enrique Jardiel Poncela: “Lo que he buscado con mis novelas es que los lectores olviden sus problemas, siempre he querido distraer y no filosofar, que el argumento transcurra sin interrupción y los personajes hablen en lenguaje familiar”, explicaba Estefanía».
El inicio de la leyenda
Entre rejas parió sus primeras obras. Una del Oeste, “La mascota de la pradera”, “Todo un hombre” y “PX21'”, de aventuras, y 'La reina de Yale', de corte romántico.
“La mascota de la pradera” se
publicó en 1943 con la Editorial Maisel, con sede en el barrio madrileño de
Ópera, cuando ya era libre.
Le pagaron 700 pesetas, mucho dinero de aquel entonces. Eso era mucho mejor que ir a una oficina y fichar y tuvo claro a qué se quería dedicar. De ahí, al éxito absoluto. Pero paso a paso…
Vigo y el éxito con Cíes
Juntos decidieron poner en marcha la Editorial Cíes, que siguió el modelo popular de las novelas del Oeste que estaba
empezando a triunfar en la vecina Portugal. Ese mismo año lanzaron la
llamada 'Biblioteca X' (años después llegaría 'Rodeo'), una colección de
'Novelas de vaqueros', y su primer número fue 'La cobardía de Dick',
firmado por un tal Williams Grey, probable pseudónimo de Estefanía. Lo mismo
sucedería con el número 2 ('Venganza del Oeste'), firmado por Arizona, mientras
que el 3 ('Temple del Norte') fue el primero que llevaría su nombre: un M.L.
Estefanía cuyas iniciales, durante años, se asociaron a una tal María Luisa
que nunca existió. También publicó obras policíacas
o románticas. Sus primeras novelas las firmó bajo los pseudónimos
de “Tony Spring” o “Arizona”, las románticas bajo el nombre de su esposa, “María
Luisa Beorlegui” y como “Cecilia de Iraluce”, aunque usó otros
seudónimos como “Dan Luce” y “Dan Lewis”. Comenzó a publicar novelas del
oeste con las siglas ML Estefanía -que algunos confundieron con María Luisa- o
con su nombre Marcial Lafuente Estefanía, en la Editorial Bruguera, de la cual fue uno de los principales activos
junto con otra novelista popular, Corín
Tellado, y las publicaciones
de historietas.
Editorial Bruguera: fortuna, estabilidad y encasillamiento
La fortuna, pero también el encasillamiento en un tipo de obra
concreta, le llegó al entrar en Editorial Bruguera. Esta casa, desaparecida en
los años 80 tras un notorio escándalo financiero, construyó un imperio
literalmente transatlántico de las letras, cimentado en dos éxitos indudables:
las novelas de a duro y los tebeos, con Francisco Ibáñez (creador de Mortadelo
y Filemón) y Estefanía como principales, aunque mal pagados, paladines.
«La relación era totalmente informal», recuerda Federico. «Entonces
no había derechos de autor, se cobraba por novela entregada y no había forma de
saber lo que ganaban con nuestro trabajo. Ni siquiera nos informaban de las
traducciones, sólo sé que sacaron algunas en Brasil. A cambio, había también
una relación familiar. Cuando necesitabas dinero para la entrada de un piso o
para un coche se lo pedías y luego te lo iban descontando en las sucesivas
novelas que publicaban».
Dentro de esos parámetros, la productividad de Marcial Lafuente y
el éxito de venta de sus novelas le permitían llevar una vida desahogada,
incluyendo la compra de una casa en el lugar que más amó, Arenas de San Pedro,
en la falda de la sierra de Gredos abulense.
La novela del oeste
Publicó su primera novela del oeste en 1943: La mascota de la pradera (Ediciones Maisal: Biblioteca Aventuras, n.º. 78), y firmó un contrato con la editorial Bruguera que le llevaría a producir dos mil seiscientas novelitas. Para componerlas, se inspiró en el teatro clásico español del Siglo de Oro, sustituyó los personajes del XVII por los arquetipos representativos del oeste. Estas violentas historias inundaron España e Hispanoamérica y se hicieron muy populares como literatura de pasatiempo incluso en Estados Unidos, donde la universidad de Texas las grabó para que los ciegos de origen hispano pudieran escucharlas.
Desde que supo que sus novelas se leían en los Estados Unidos, extremó lo mucho que ya cuidaba la verosimilitud histórica, geográfica y botánica del Oeste norteamericano, para lo cual recurría a tres libros en particular: una obra muy completa de historia de Estados Unidos, un atlas muy antiguo de este país, donde aparecían los pueblos de la época de la conquista del Oeste, y una guía telefónica en la que encontraba los nombres de sus personajes.
La novela del Oeste, tal como la configuró Estefanía, principal representante del género, constaba de unas cien páginas de impresión barata y muy característica, semejantes al “pulp” norteamericano; se escribía y publicaba una por semana y se vendían a duro (cinco pesetas, de las de antes) cada una; y, con las devaluaciónes de la moneda (La Peseta), a veinticinco pesetas. A veces bastaba con comprar una y, tras ser leída, se podía devolver al quiosquero para, por un precio inferior, conseguir otra. De esa manera las tiradas resultaban engañosas, pues, aunque eran muy crecidas y baratas, una misma novela podía ser leída por decenas de personas. La obra de Estefanía alcanzó reediciones continuas de treinta mil ejemplares.
Desde 1958 sus dos hijos Francisco y Federico comenzaron a colaborar con su padre en la escritura de sus novelas, llegó a escribirlas bajo el nombre genérico del padre y, tras el fallecimiento de Federico, también su nieto Francisco Lafuente continuó su legado. Tan prolífica es la pluma familiar que —aún bajo el sello de Bruguera mexicana—, su obra de western continúa en circulación a lo largo de Hispanoamérica y los Estados Unidos.
Ya mayor, el veterano escritor intentó publicar, sin éxito, una novela seria, El maleficio de Toledo, fruto de sus notables conocimientos históricos sobre la ciudad natal.
Marcial Lafuente Estefanía en África
La
editorial Bruguera sacó entre 1955 y 1956 una muy cuidada colección de novelas
de aventuras a la que tituló “Colección Congo”. Por desgracia, solo
publicó 26 novelas de autores muy diversos y muy destacados. Se demostró que
este género no estaba entre las primeras elecciones del público, que prefería,
con muchísima diferencia, las novelas del Oeste Americano. Del primer escritor
del que echó mano Bruguera para poner de pie la “Colección Congo” fue, por
supuesto, Marcial Lafuente Estefanía. Seis de los 26 títulos llevaron su firma.
Ø El refugio de Arenas de San Pedro
A mediados de
los años sesenta Marcial Lafuente Estefanía decide alejarse del ruido de la
capital española e instalarse en la periferia. Antes de llegar a Arenas de San
Pedro probó en un pueblo extremeño, en el entorno de Guadalupe, donde se
recluyó durante un breve tiempo.
Marcial no quería vivir en Madrid de ninguna de
las maneras. Quería tranquilidad para escribir y, quizá,
porque aún le pesaba un poco la cuestión política, de la que no le gustaba hablar
más que muy de vez en cuando. La ironía quiso que, en aquellos días,
le llegara la comunicación oficial de su “readmisión” en la Confederación
Hidrográfica del Tajo, donde estaba destinado al iniciarse la Guerra Civil. El
Dictador Franco le “perdonó” su anarquismo republicano durante el
enfrentamiento armado entre españoles. Le
quedaban 2 o 3 años de vida laboral como ingeniero al escritor afamado que ya disfrutaba
de tiradas de 100.000 ejemplares de sus novelas cada semana.
Estefanía
buscaba un sitio de reposo. Le atraía la Sierra de Gredos y encontró Arenas de
San Pedro, que le gustó y se quedó. Allí hizo un círculo de amigos excelente,
que le quería muchísimo. Uno de ellos fue, sin duda Manuel Cerdán, que conoció
a Marcial nada más fallecer su padre. Cerdán encontró en el escritor a la
persona que encarnaría esa añorada figura paterna durante mucho tiempo.
El propio
escritor daba fe de lo que encontró en el corazón de la Sierra de Gredos en la
entrevista que concedió a 'Blanco y Negro' en 1978: "Aquí me han ganado
a base de bondad. Vine un verano y me encantó el entorno geográfico, pero
encontré que la parte humana era maravillosa. Este pueblo se ha portado conmigo
como nadie y ha conseguido que vivir se convierta en convivir, y vencer en
convencer. Para mí ha sido un exponente de civilización y eso es lo que
me encadena aquí".
Otro lugar habitual de encuentro era Betania, la casa que Manuel Cerdán y su mujer, Sara Tornero, compraron y bautizaron así en Guisando, a, apenas, cinco kilómetros de Arenas de San Pedro. Cada sábado se reunían allí cuatro o cinco amigos -un habitual era el pintor Victorio Rodríguez- y un grupo de lugareños amenizaba las veladas con bandurrias y guitarras. Eran tiempos en los que estaba despertando toda la marejada política tras la muerte de Franco y con la llegada de la transición.
El trabajo de Estefanía también se extendía, ocasionalmente, fuera de la provincia de Ávila. Marcial no conducía y viajaba siempre con un taxista llamado Pepe. Cuando su taxista no se encontraba disponible, Manuel Cerdán solía llevarle al aeropuerto de Barajas, donde se reunía con guionistas americanos durante varias horas.
En Arenas de San Pedro, el ritmo de producción ritmo de producción rondaba las ocho novelas mensuales. Eran los años más gloriosos de Bruguera, cuando más novelas de Estefanía editaban. Cada día, a las tres y media o las cuatro, él comía en casa. A partir de ahí él se ponía a escribir y por la tarde no salía prácticamente nunca. Decía Marcial, a modo de llamada a las musas, “Ahora voy con ‘la ametralladora’, así llamaba a su máquina de escribir, y me cargo a todos los que se pongan por delante'. Así, todos los días, en invierno, verano o cualquier otra época del año, durante todos los años que vivió en Arenas de San Pedro.
Marcial Lafuente Estefanía gustaba de charlas interminables y a sus amigos les gustaba mucho escucharle. Su mente estaba muy clara, no tenía baches, hablaba con mucha mesura y se callaba todo lo feo. Él pensaba que la vida hay que verla, vivirla y disfrutarla en positivo, y eso lo mantuvo hasta el último momento.
En el verano
de 1984, en los primeros días de agosto, Don Antonio no se encontraba bien.
Debía ir a Madrid y se subió al taxi. Marcial le pidió al conductor que se
detuviera en la casa de Andrés, donde había un bar que se llamaba Los Galayos.
Allí se bajó y se despidió: “Me voy a morir” se le escucho decir y así sucedió
apenas dos días después.
El martes 7 de agosto de 1984, a los 81 años, falleció Marcial Lafuente Estefanía en el Hospital Provincial de Madrid, donde había ingresado aquejado de una pulmonía severa. Doble pulmonía lo llamaron también. Él, que bromeaba con haber enterrado en sus novelas a más de 200.000 personas, fue enterrado en el cementerio de La Almudena en Madrid, en una fosa común, donde sus restos reposaron durante años, antes de que su amigo Manuel Cerdán se ocupara de sufragar el traslado de sus restos hasta el cementerio de Arenas de San Pedro, donde Marcial Lafuente Estefanía comparte nicho con su difunta esposa, Luisa Beorlegui, fallecida el 28 de julio de 1975, a los 71 años.
Los hijos de Marcial: Francisco y Federico… ¡Y el nieto!
Hubo una época en que salía al mercado un título nuevo todos los días. En los sesenta, cuando escribían los tres, fueron los años más prolíficos.
Las novelas publicadas bajo su nombre han sido escritas, o bien por él, o bien por sus hijos, Francisco y Federico Lafuente Beorlegui, y por su nieto Francisco Lafuente Camafreita, por lo que es posible encontrar novelas "inéditas" de Marcial Lafuente Estefanía.
Marcial se levantaba a eso de las cuatro de la mañana y escribía hasta la hora del aperitivo. Después de comer, aún trabajaba un rato. Esta rutina la mantuvo hasta que los chicos crecieron.
Una apuesta casual crea la marca “Marcial Lafuente Estefanía”
La incorporación de sus hijos al negocio familiar,
escribir novelas de vaqueros bajo la marca “Marcial La Fuente Estefanía”
tuvo un origen casual. En unas vacaciones, unos amigos apostaron con Federico,
que no sería capaz de escribir una novela como las de su padre. Con poco más de
veinte años, el chaval aceptó el reto, se lio la manta a la cabeza y le entregó
la novela a su padre para que la juzgara. Marcial no respondió durante semanas.
Ese silencio mataba a Federico, hasta que, un buen día, Marcial no le lanzó un
discurso analítico sobre lo que había escrito. Sencillamente, le entregó a su
hijo la novela, ya publicada y firmada por Estefanía. Se trataba
de la novela “Diez muertos por un rancho” publicada en el número 197
de la colección California en Julio de 1960.
Federico no lo interpretó de una manera negativa. En aquel año, nadie sabía quién era Estefanía. Las novelas las firmaba M. L. Estefanía. El significado de M.L. se convirtió, sin que mediara una planificación de marketing, en “un gran enigma de la humanidad” que no se aclararía hasta bastantes años después. Mientras llegaba ese momento, la imaginación de los millones de seguidores de estas novelas, sentenciaron, en general, que M.L. respondían a las siglas de un nombre propio de mujer: María Luisa.
Con su texto publicado, Marcial respondió a su
hijo y, apretó el botón de inicio de la potente factoría “Estefanía”. El
propio Federico lo recordaba así: “Mi padre me dijo: ‘¿Para qué hacernos la
competencia, si podemos ganar más dinero juntos?’. Y así comenzó nuestra
colaboración”.
Los hijos de Marcial Lafuente se integraron por
completo en la labor emprendida por su padre. La conexión entre los tres llegó
a ser tan estrecha que, años después, los propios protagonistas no conseguían recordar
con exactitud quién había escrito cada novela, a pesar de las libretas de
personajes, historias, creaciones, etc., con las que controlaban la producción
de contenidos.
Sin embargo, la situación muy especialmente
delicada llegaba en el momento de encontrar un buen título para cada novela que
no se encontrara entre los 3.500 anteriores.
El asunto de los títulos dio lugar a algunas anécdotas tan curiosas como la que se produjo un verano, cuando toda la familia veraneaba en Galicia. Federico lo recuerda de esta manera:
«Nos llegó una carta urgente de Bruguera. Era una
portada, con su ilustración y un título, que habían impreso ya. Nos pedían con
urgencia el texto para rellenar las tripas. Mi padre me dijo que ésa me tocaba
a mí. Me la escribí en 24 horas sin parar, sin dormir. Jamás repetiría algo
así».
El contrato con Editorial Bruguera comenzó en 1951 y se mantuvo hasta su quiebra en 1986. Este mismo año la compró el Grupo Z y los hijos de Marcial Lafuente siguieron escribiendo para esta editora hasta el año 2002, siempre bajo la marca “Marcial Lafuente Estefanía”. Federico Lafuente, con todo, mantuvo en activo la marca familiar. Primero en Ediciones B (Grupo Z) y luego, cuando consiguió desvincularse de esta gran editorial, con la creación de una empresa propia, Ediciones Cíes – en El Campello (Alicante)- (en recuerdo de la que existió en Vigo y con la que empezó su padre su aventura literaria). En ella, reeditan clásicos de Estefanía padre o las novelas de su hijo y su nieto, Francisco Lafuente Camafreita. Tan prolífica es la pluma familiar que —aún bajo el sello de Bruguera mexicana—, su obra de western continúa en circulación a lo largo de Hispanoamérica y los Estados Unidos.
Con una editorial o con otra -Almuzara también reedito parte de la obra de Marcial Lafuente Estefanía- la marca ha mantenido siempre su identidad en el formato y en la narrativa, absolutamente diferenciada del resto en el genero de novela corta de bolsillo y económica. Y ha mantenido siempre el objetivo fundamental con el que Marcial Lafuente Estefanía escribió en 1939 su primera novela, tras escuchar el consejo de Enrique Jardiel Poncela: divertir y entretener.
A modo de epílogo
Marcial Lafuente Estefanía. Rey de un grupo de obreros de la imaginación capaces de escribir una novela a la semana. Emperador de las “novelas de a duro”, qué llevó la cultura de la lectura a generaciones, a millones de personas, en los tiempos más duros y oscuros, en los que solo sobrevivir cada día exigía todo el esfuerzo y concentración. El Gobierno de Franco se vio obligado a no fusilarlo por la cantidad de “nacionales” a los que salvó la vida, jugándose la suya y, cuando le prohibió ejercer de Ingeniero, el anarquista republicano se convirtió en el escritor más vendido de España y revolucionó el mercado editorial del país. En tiempos de carestía, pobreza y miseria, logró llevar la lectura a todos los hogares españoles, a millones de lectores de ambos lados del Atlántico, desde la gris España de la dictadura hasta Nicaragua, Brasil o Argentina.
Por encima de las peores circunstancias sociales y económicas, creador de un legado inmenso, que se insertó profundamente, tanto en la cultura popular de la España de las décadas de 1950 y 1960, como en la iberoamericana y en la del sur de los Estados Unidos. Depreciado y despreciado por la “élite de mundo de los libros” y poco conocido para el “público literario”, Marcial Lafuente Estefanía, cuarenta años después de su muerte, cientos de miles de seguidores aún lo veneran.
Su procedimiento literario, según criterios creados por los semidioses poseedores de la verdad absoluta (como siempre), así como la calidad de sus historias, medida con la perfección subjetiva de los intocables académicos, despertaron suspicacias. ¿Con qué argumento? Pues que, por lo general, se basó en la adaptación de dramas populares y del Siglo de Oro, transvasados a versiones del lejano oeste. Pregunta: ¿Y eso lo hizo en más de tres mil (3.000) novelas? Para desconsuelo de sus señorías, Marcial Lafuente Estefanía ha pasado a la historia como un icono irrepetible de la cultura popular, capaz de trasladar al lenguaje más comprensible, sin perder elegancia y estilo, valores al tiempo que aventuras.
Sin alardes. Volcado en su literatura para todos a los que
les faltara formación, pero también para los más cultos con ganas de evadirse.
No ocultó nunca su orgullo cuando le decían que, con sus “novelas de a duro” enseñó a leer a mucha gente, igual que nunca dejo de recordar a todos que la finalidad de su obra se centraba, exclusivamente, en entretener y divertir al público fiel a sus relatos.
Estefanía convirtió todos estos ingredientes en más de cincuenta millones de ejemplares vendidos (hasta el momento en que se contabilizaron las ventas) y construyó una marca inimitable y absolutamente diferenciada, con una voz muy reconocible y con vida propia hoy día. La Editorial Bruguera construyó un imperio literalmente transatlántico de las letras, cimentado en dos éxitos indudables: las novelas de a duro y los tebeos, con Francisco Ibáñez (creador de Mortadelo y Filemón) y Estefanía como principales, aunque mal pagados, paladines. Todo ello a base de creatividad, imaginación, trabajo y disciplina y, al tiempo, dejar recuerdo entre cuantos le conocieron de persona entrañable y querida, vital y desbordante, alegre y generoso. Y cuando se enfadaba contigo te invitaba a un whisky. Un gran tipo.
Su familia y sus amigos de verdad, siempre dijeron que nunca dio la sensación de importarle el menosprecio hacia su trabajo por parte del mundillo literario, la falta total de reconocimientos de las iluminadas elites culturizantes, que no le perdonaron nunca que no les pasara la mano por el lomo y defendiera siempre la validez y la integridad de su trabajo. Y qué difícil tragar que tantas voces gritaran que copiar el estilo de Estefanía no presentaba ninguna dificultad, pero ninguno lo consiguiera jamás. Qué sencillo imaginar la digestión imposible de que, seguramente, Marcial Lafuente Estefanía se confirmara como uno de los escritores más leídos de muchas décadas del siglo XX.
A pesar de que le denegaran siempre un lugar en los libros de literatura, Marcial Lafuente nunca cambió su discurso: «No aspiro a la Academia, pero me han leído chicos y grandes. Lo que pasa es que a los mayores les da vergüenza reconocerlo»
Una curiosidad irónica e histórica: las obras de M.L.E. están prohibidas en Cuba y Venezuela por apología del mundo yanqui. Venga, unos emojis de risas gigantes. Marcial Lafuente a la altura de Salman Rushdie o Baudelaire.
Como ejemplos de su influencia en la cultura popular, autores como Fernando Savater lo recuerdan como parte de sus lecturas de adolescencia y el cantautor Joan Manuel Serrat lo menciona en su canción Romance de Curro “el Palmo”.
Romance de Curro «El Palmo»
Canción de Joan Manuel Serrat, que se integra en el LP 'Para vivir'. Este disco salió al mercado en 1974. Dentro de este álbum se encuentran canciones como: "Soneto a mamá", "De parto", "Arena y limo", "Decir amigo"…
"Romance de Curro 'el Palmo'" . Joan Manuel Serrat.
Canción completa. Directo Canal Sur TV. 1989
Letra "Romance de Curro «El Palmo»"
La vida y la muerte
bordada en la boca
tenía Merceditas,
la del guardarropa.
La del guardarropa
del tablao del "lacio",
un gitano falso
ex-bufón de palacio.
Alcahuete noble
que al oír los tiros
Recogió sus capas
y se pegó el piro.
Se acabó el jaleo
y el racionamiento
le llenó el bolsillo.
Y montó este invento
en donde "el palmo"
lloró cantando.
Ay, mi amor,
sin ti no entiendo el despertar.
Ay, mi amor,
sin ti mi cama es ancha.
Ay, mi amor,
que me desvela la verdad,
entre tú y yo, la soledad,
y un manojillo de escarcha.
Mil veces le pide
y mil veces que "nones"
de compartir sueños
cama y macarrones.
Le dice burlona
"carita gitana,
cómo hacer buen vino
de una cepa enana"
Y Curro se muerde
los labios y calla,
pues no hizo la mili
por no dar la talla.
Y quien calla, otorga,
como dice el dicho.
Y curro se muere
por ese mal bicho.
¡Ay! quién fuese abrigo
pa' andar contigo.
Buscando el
olvido
se dio a la bebida,
al mus, las quinielas
y en horas perdidas
se leyó enterito
a don Marcial Lafuente,
por no ir tras su paso
como un penitente.
Y una noche, mientras
palmeaba farrucas,
se escapó Mercedes
con un "curapupas",
de clínica propia
Y Rolls de contrabando.
Y entre palma y palma
Curro fue palmando.
Entre cantares
por soleares.
Quizá fue la pena
o falta de hierro,
el caso es que un día
nos tocó ir de entierro.
Pésames y flores
y una lagrimita
que dejó ir la Patro
al cerrar la cajita.
A mano derecha,
según se va al cielo,
veréis un tablao
que montó Frascuelo,
en donde, cada noche,
pa' las buenas almas
el Currito "el Palmo"
sigue dando palmas.
Y canta sus males
por "celestiales".
EL ANARQUISTA QUE TRIUNFÓ EN LA ESPAÑA DE FRANCO CON SUS NOVELAS DEL OESTE. Interesante.
LAFUENTE
ESTEFANÍA, EL REY DEL WESTERN QUE RENACIÓ EN GREDOS.
ALMUZARA
RECUPERA LAS MEJORES NOVELAS DEL OESTE, DE MARCIAL LAFUENTE ESTEFANÍA.
https://mundomacgregoriano.blogspot.com/2013/04/almuzara-recupera-las-mejores-novelas.html
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